martes

El Manicomio 2

Hacia El Fin De La Luz. Año 6
Desde hacia varios años que la luz disminuía su intensidad. Desde hacía varios años que la poca compañía que tenía se comenzaba a fugar por un drenaje que había existido desde mucho tiempo antes que hubiera necesidad de borrar algo.

Ya no era demencia, ya no era la pobreza de alma que alguna ves había sentido. La gran mujer de nombre Octavio que había pasado toda su vida haciendo una fortuna para compartirla con la misma persona que ahora le producía tanto dolor.

Fueron 5 años desde que la primer sombra apareció en sus ojos, borrando de su mente todo lo que tenía: una casa, una fortuna y un amor.

Pero fue su amor quien poco a poco la llevo a la eterna noche. Fueron besos de reptil sobre sus ojos en la hora del día que mas lento pasaba para ellas: en lugar de amor la cama se volvía escenario de culpas y crímenes sin justicia. Ella, su amada Alice había perdido a su único hijo y no culpaba a otra persona que no fuera a su amante, a la vieja Octavio que cada ves lucía mas vieja, que cada ves caminaba y se movía menos pese a su joven edad.

"No son los años de tu cuerpo, es la vejez de tu cansada mente" le había dicho tres años antes, en la anteriores horas a su asesinato, su gran y único amigo Cristian.

"Tú lo mataste, tú lo mataste, a mi pequeño niño de peluche, a mi adorado, hermoso, tú lo mataste" Esas eran las únicas voces que escuchaba todos los días, aunque solo se las dijeran mientras sentía el antes cálido cuerpo de la que alguna ves había sido una diosa adorada por todo hombre que la veía caminar.

Era la pura soledad de ser una de las mujeres mas poderosas del país, de ser temida por todo aquel que pudiera ver su sombra, de no poder moverse sin ayuda de por lo menos un bastón, de saber que era odiada por la única persona que amaba, de saber que al mismo tiempo que perdía la vista su querida Alice perdía la cordura y alucinaba con el fantasma de un minino hijo suyo, era todo eso lo que hacían que un eco en forma de lagrima viajara por su rostro.

Algo debía hacer para no sentirse así... para ayudar a su pequeño rincón de felicidad. Entonces tomo lo poco que le quedaba de vida útil, llamo a algunas personas.
-¿Un hospital psiquiátrico? ¿Por qué?- decía la alterada voz de un exitoso accionista que nunca había conocido amor alguno
- Por que yo la mate...

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