domingo

Del Baúl: Cuentos Antaños De Navidad

Hace tiempo que no pongo nada en el blog, esta ves pondré este cuento que yo creía ya había publicado en Internet, pero todo parece indicar que quedo estancado en algun lugar de mi primer blog.
Su escritura se remonta a los lejanos tiempos del primer semestre de vocacional, hace ya 3 años, cuando una maestra nos encargo escribir cuentos y decidí hacer de las mías y cobrar por ello... aunque el único cuento que escribí fue este y lo hice mas bien por que era para un gran amigo mio y por que ya llevaba un buen pedazo escrito.
Ojala les guste!

Un Cuento De Navidad

Hace mucho tiempo, en una lejana montaña, era el final una guerra en la que yo había participado y asesinado a mucha gente inocente y que al final, mi país fue derrotado por los azotes del mas crudo invierno.

Lo recuerdo como si hubiera sido ayer mismo, pero en fin, le contare lo que sucedió, pues veo que se encuentra aburrido. Pero vamos, tome de su cerveza que siempre nos alegra los días como este en el que recordamos sucesos tristes.

Pero bien, le contare con toda la sinceridad que se encuentra dentro de mi alma. Me encontraba con mi batallón de regreso a casa, después de tantas derrotas que sinceramente perdí la cuenta. Las tropas estábamos dispersas por todo lo que parecía ser un llano congelado por el frió del invierno, recuerdo que el soldado mas cercano a mí se encontraba a no mas de cien yardas, de esa forma, nadie se detendría para ayudar a los moribundos y la tropa avanzaría mas rápido.


Según nos habían dicho, el pueblo mas cercano esta a no mas de un mes caminando, así que muchos se resignaron e intentaron llegar solos, pero perecieron y nos vimos en la triste necesidad de saquearlos, de robarles las pertenencias y las ropas. Fue una época de desesperanza y tristeza para muchos de mis compatriotas.

Después de lo que creo que fueron dos semanas, de los cinco mil que éramos antes, ya solo éramos cien los que caminábamos. Un día, iba yo caminando junto a mi compañero Joseph, cuando vimos a un para de civiles llorando en la nieve.

Nos acercamos y descubrimos que lloraban por que su bebé acababa de morir. Inmediatamente Joseph se ofreció para cavarle una tumba y darle cristiana sepultura al pobre niño. Mientras él hacia un hoyo en la nieve con su metralla, yo me dispuse a consolar a los tristes padres, de esa forma, me contaron que eran de un pueblo llamado Alabers y que habían salido huyendo después de que nómadas le habían prendido fuego, de eso haría mas o menos unas tres semanas.

De pronto recordé que hacia ese mismo tiempo, mi batallón le había prendido fuego a la misma ciudad, y fue la primera vez desde que me había enlistado para el Ejercito Real, en que pensaba en el daño causado por la guerra, y reflexione sobre que hubiera pasado si mi esposa y yo hubiéramos tenido la misma suerte que esas pobres personas, decidí entonces que al llegar a mi casa, me daría de baja del Ejercito Real.

Cuando Joseph nos dijo que había terminado la tumba para el pequeño infante, me di cuenta que si nos quedábamos muy atrás del batallón, estaríamos perdidos, se lo comente y me dijo que el también lo tenia en cuenta, pero que había cosas mas importantes que la vida de dos asesinos. Lo entendí de inmediato y los acompañe a darle sepultura al niño.

Cuando terminamos, le dijimos a los padres que nos acompañara hacia Stimorg, el pueblo mas cercano, ellos accedieron e inmediatamente nos pusimos en marcha para tratar de alcanzar al batallón, no debíamos estar tan separados de este, por que nosotros íbamos casi hasta enfrente y no fue mucho el tiempo que tardamos en darle sepultura al niño.

Según nos contaron los padres del fallecido niño, ellos tenían buenos amigos en Stimorg, y que cuando llegáramos, en agradecimiento por nuestras acciones ellos nos darían asilo hasta que pasara el invierno y nos pudiéramos ir. Joseph y yo accedimos con gusto y caminamos hacia Stimorg lo mas rápido posible.

Y así pasaron los días, con un silencio que solo era perturbado por los aullidos de los lobos que nos acechaban, y que Joseph y yo ahuyentábamos con un disparo.

Aun recuerdo las expresiones en las caras de nosotros cuado vimos a Stimorg, después de tantas derrotas y de ver tanta muerte ocasionada por una guerra que nadie entendía, por fin teníamos un asilo donde pudiéramos descansar hasta que este castigo divino llamado invierno terminara.

Al entrar en la ciudad, me di cuenta que no solo mi batallón se había dado asilo dentro de la ciudad, sino que todo el Ejercito Real se encontraba ahí. El comandante Bushièl pidió a todas las tropas que el día 20 de Diciembre quería que todos estuviéramos listos para partir hacia nuestra patria, de esa forma tendríamos tres días para poder beber y reír nuevamente. Pero después de meses de no tener a una mujer y de no beber un solo trago de cerveza, muchos de los soldados hicieron fechorías con tal de satisfacer sus necesidades.

El día 19, Joseph fue hacia la taberna para comprar cerveza, cuando una riña entre soldados culmino con una bala incrustada en su corazón, y así su vida acabo. Todos en la casa donde nos hospedábamos nos pusimos tristes y le cavamos una tumba de la misma y venerable forma en que el se la había cavado al pequeño infante.

Cuando llego el esperado momento de partir de las tropas, yo decidí quedarme en Stimorg, para acompañar a los padres en su pena y así cumplir la promesa que les habíamos Joseph y yo en la nieve.

El ejercito partió sin mí. Me quede por otros cuatro meses en un hostal cercano, así no sería una molestia para los Wossged, como se llamaba la familia de los padres del niño fallecido.

El día de navidad, La madre del niño enfermo y la llevaron con el doctor de la localidad, quien les dijo que lo que tenia no era una enfermedad, sino fatiga ocasionada por un embarazo. Su esposo no tardo en comunicármelo y me di cuenta de que era el primer momento en que lo veía estar feliz y no pude hacer otra cosa mas que festejar con él la nueva vida que llevaría.

Los meses pasaron y encontré un trabajo como repartidor de pan. Hasta que el cinco de Marzo, decidí partir en busca de la vida que había dejado años antes, junco con mi querida esposa.

Al llegar a mi casa, mi esposa y mis hijos me recibieron con lo que creo que ha sido el mejor día de mi vida, como si ellos supieran que yo volvería ese mismo día, me tenían preparado los mejor platillos que he probado en toa mi vida. Lo recuerdo muy bien, nos besábamos y me contaban mil aventuras y travesuras que solo consiguieron que yo derramara miles de lagrimas por todo lo que no viví por estar en una pelea que no era mía.

¿Esa es la historia que usted quería escuchar no es cierto? ahora ya sabe que le puede pasar si va a la guerra, de cualquier forma, si usted va, no tendrá amigos o familia que lo recojan cuando regrese... bueno, si es que regresa algún día. Solo le digo que medite mi historia antes de partir a una guerra que no le corresponde pelear.

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